El lugar era inmejorable. Los ventanales permitían la entrada a los primeros destellos de luz cobriza del amanecer. Los condensados haces de luz, estallaban silenciosamente contra la pared irradiando un agradable calor que llenaba la habitación. Leí, atentamente la manecilla ondulante de mi vieja brújula de bolsillo, la cual parecía hacer un esfuerzo para encontrar el norte, como si aun estuviese adormecida. Ciento cuarenta grados sur este, garantía de luz solar en todas las épocas del año. Aquí construiría mi modesto altar a la vida, lejos de las mentiras, disturbios sociales, contaminación y del chantaje sistematizado. Aquí esta, hecho de una tarima reciclada
lunes, 12 de enero de 2015
Luz de invierno
El lugar era inmejorable. Los ventanales permitían la entrada a los primeros destellos de luz cobriza del amanecer. Los condensados haces de luz, estallaban silenciosamente contra la pared irradiando un agradable calor que llenaba la habitación. Leí, atentamente la manecilla ondulante de mi vieja brújula de bolsillo, la cual parecía hacer un esfuerzo para encontrar el norte, como si aun estuviese adormecida. Ciento cuarenta grados sur este, garantía de luz solar en todas las épocas del año. Aquí construiría mi modesto altar a la vida, lejos de las mentiras, disturbios sociales, contaminación y del chantaje sistematizado. Aquí esta, hecho de una tarima reciclada
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